La imagen de Jesús
Una vez una profesora quiso dar una clase a sus alumnos sobre Jesús. Como buena pedagoga, empezó hablando de Jesús, sin decir su nombre, esperando que los alumnos adivinaran de quien estaba hablando.
Una vez una profesora quiso dar una clase a sus alumnos sobre Jesús. Como buena pedagoga, empezó hablando de Jesús, sin decir su nombre, esperando que los alumnos adivinaran de quien estaba hablando.
Empezó
diciendo:
Os voy a contar
la historia de una persona muy bondadosa, que nació muy pobre, de tal modo que
ni siquiera los vecinos se enteraron de su nacimiento. Nació por ocasión de un
largo viaje de sus padres. Como era pobre, nadie les acogió, ellos tampoco
tenían dinero para irse a un hotel. Tuvo que nacer en una choza abandonada,
quizá una cabaña de pastores, que guardaban el ganado en la montaña, donde se
refugiaban cuando venían a la aldea.
Después este
niño creció y aprendió el arte y el oficio de su padre que era carpintero. Fue
ayudante de su padre hasta ser un joven maduro… Todo el mundo le conocía como
el hijo del carpintero.
Cuando tenía
edad para casar, en vez de echarse una novia, empezó a preocuparse de tal
manera por los demás, sobre todo por los pobres, que se olvidó prácticamente de
la profesión y vivió sólo preocupado por ellos. Hablaba de Dios a las personas
con las que se cruzaba por los caminos, se detenía junto a los enfermos, les
cuidaba las heridas, consolaba a los tristes y desanimados, buscaba las ovejas
perdidas para conducirlas al redil y comía con la gente sencilla; le veían
muchas veces en compañía de pecadores y de gente de baja reputación, incluso
comía con ellos. Todos le querían mucho y era una alegría escucharle. Decía
cosas que iban directas al corazón de la gente.
Iba todavía por
la mitad de la historia, cuando un niño interrumpió a la profesora y, con
desparpajo, le dijo: yo sé quién es, yo sé quién es esa persona.
La profesora
sintió una enorme recompensa con la intervención del niño y quiso darle la
oportunidad de que mostrara sus conocimientos de catecismo. Entonces el niño
respondió sin titubear: es el sr. Armando, vive en mi barrio, yo le conozco muy
bien.
Era eso
exactamente: el sr. Armando reflejaba a la perfección los rasgos de Jesús. Era
como su retrato.
Creados a
imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a ser la imagen de Jesús. Hoy tenemos quizás demasiados textos y pocos retratos.