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domingo, 5 de octubre de 2014

No es peso si hay amor...

Había una vez un arqueólogo en África. Vino a la India en peregrinaje; a los Himalayas, particularmente a los templos y estructuras antiguas, los cuales son muy difíciles de alcanzar; y en aquellos tiempos mucho más. Mucha gente simplemente no volvía; se llegaba a través de pequeños senderos al borde de precipicios de 3.000 m. de profundidad, con nieves perpetuas. Tan sólo un pequeño resbalón y todo habría acabado. Ahora las cosas están mejores, pero en el tiempo del que estoy hablando era muy difícil. 

El hombre iba cansado, aún llevando muy poco equipaje (porque llevar mucho equipaje a esas alturas se hace imposible); según el aire se va volviendo más fino, se hace más difícil respirar.

Delante de él, vio a una niña que no tendría más de diez años, cargando a un niño, muy gordito, sobre sus hombros. Ella iba sudando, respirando pesadamente, y cuando el hombre pasó a su lado le dijo: Niña, debes de estar muy cansada. Llevas mucho peso sobre ti. 
 
La niña le respondió: Tú eres el que lleva peso, esto no es un peso, esto es mi hermanito.
   


  Muchas veces pensamos que no podemos llegar delante de Dios por miedo a que seamos una carga para Él, pues pensamos que al igual que el nuestro, el amor de Dios es limitado y condicionado... 
Mañana se lo diré 

Había una vez una hormiguita . Esta hormiguita era como toda buena hormiga, trabajadora y servicial. Se la pasaba acarreando hojitas de día y de noche: casi no tenia tiempo para descansar.
Y así transcurría su vida, trabajando y trabajando. Un día fue a buscar comida a un estanque que estaba un poco lejos de su casa, y para su sorpresa al llegar al estanque vio como un botón de lirio se abría y de el surgía una hermosa y delicada florecilla. Se acercó:
- ¿Hola, sabes? ¿eres muy bonito....quién eres ?
Y la florecita contestó: - Soy un lirio. Gracias, sabes eres muy simpático, quién eres?
- Soy una hormiga, gracias también.

Y así la hormiguita y el lirio siguieron conversando todo el día, haciendo grandes amigos.
Cuando iba anochecer la hormiga regresó a su casa, no sin antes prometer al lirio que volvería al día siguiente mientras iba caminando a su casa, la hormiga descubrió que admiraba a su amigo, que lo quería muchísimo y se dijo:
"Mañana le diré que me encanta su forma de ser"
Y el lirio al quedarse solo se dijo: " Me gusta la amistad de la hormiga, mañana cuando venga se lo diré"
Pero al día siguiente la hormiguita se dio cuenta de que no había trabajado nada el día anterior. Así que decidió quedarse a trabajar y se dijo: "Mañana iré con el lirio; hoy no puedo, estoy demasiado ocupada, mañana le diré además, que lo extraño ".
Al día siguiente amaneció lloviendo y la hormiga no pudo salir de su casa y se dijo:
- Que mala suerte, hoy tampoco veré al lirio. Bueno no importa mañana le diré todo lo especial que es para mi".
Y al tercer día la hormiguita se despertó muy temprano y se fue al estanque, pero al llegar encontró al lirio en el suelo, ya sin vida. La lluvia y el viento habían destrozado su tallo. Entonces la hormiga pensó, que tonta fui, desperdicie demasiado tiempo, mi amigo se fue sin saber cuanto lo quería, en verdad me arrepiento.
Y así fue como ambos nunca supieron lo importantes que eran. No esperes el mañana para soñar, y por ningún motivo dejes de decirle a una persona que la amas.

Manten la boca cerrada


Una rana se preguntaba como podía alejarse del clima del frío del invierno. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos. Pero el problema era que la rana no sabia volar.
Déjenmelo a mi - dijo la rana -. Tengo un cerebro espléndido. Lo pensó y luego pidió a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña fuerte, cada uno sosteniéndola por un extremo. La rana pensaba agarrarse a la caña por la boca.

A su debido tiempo, los gansos y la rana comenzaron su travesía. Al poco rato pasaron por una pequeña ciudad, y los habitantes de allí salieron para ver el inusitado espectáculo. Alguien preguntó: ¿A quien se le ocurrió tan brillante idea?
Esto hizo que la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de importancia que exclamó: A MI! Su orgullo fue su ruina, porque al momento en que abrió la boca, se soltó, cayó al vació y murió.
Hay ocasiones en que la falta de humildad o el exceso de orgullo, pueden echar abajo planes excelentes.

domingo, 15 de diciembre de 2013

La Segunda Milla


La Segunda Milla

"Una noche tormentosa hace los muchos años, un hombre mayor y su esposa entraron a la antecámara de un pequeño hotel en Filadelfia.
Intentando conseguir resguardo de la copiosa lluvia la pareja se aproxima al mostrador y pregunta:
- ¿Puede darnos un cuarto?
El empleado, un hombre atento con una cálida sonrisa les dijo:
- Hay tres convenciones simultáneas en Filadelfia... Todos los cuartos, el de nuestro hotel y los otros están tomados.
El matrimonio se angustió pues era difícil que a esa hora y con ese tiempo horroroso fuesen a conseguir dónde pasar la noche.
 
Pero el empleado les dijo:
- Miren...no puedo enviarlos afuera con esta lluvia, si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propio cuarto...yo me arreglaré en un sillón de la oficina.
El matrimonio lo rechazó, pero el empleado insistió de buena gana y finalmente terminaron ocupando su cuarto.
 
A la mañana siguiente, al pagar la factura el hombre pidió hablar con él y le dijo:
- Usted es el tipo de Gerente que yo tendría en mi propio hotel... quizás algún día construya un hotel para devolverle el favor que nos ha hecho.
El conserje tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.
Pasaron dos años y el conserje recibe una carta del hombre, donde le recordaba la anécdota y le enviaba un pasaje ida y vuelta a New York con el pedido expreso de que los visitase.
Con cierta curiosidad el conserje no desaprovechó esta oportunidad de visitar gratis New York y concurrió a la cita.
En esta ocasión el hombre mayor lo llevó a la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34 y señaló con el dedo un imponente edificio de piedra rojiza y le dijo:
- ¡¡Este es el Hotel que he construido para usted!!
El conserje miró anonadado y atinó a balbucear:
- ¿Usted me está haciendo una broma, verdad?
- Puedo asegurarle que no...-le contestó con una sonrisa cómplice el hombre mayor.
 
Y así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria original y contrató a su primer gerente de nombre George C. Boldt (tal el nombre del concerje en la noche lluviosa).
Obviamente George C. Boldt nunca soñó que su vida estaba cambiando para siempre cuando hizo "su kilómetro extra" para atender al viejo Waldorf Astor en aquella noche tormentosa.
No tenemos muchos "Waldorf Astor" en el mundo, pero un jefe satisfecho o un cliente sorprendido pueden equivaler a nuestro Waldorf-Astoria personal.

martes, 24 de julio de 2012

Los anteojos del abuelo
Mi abuelo amaba la vida - especialmente cuando podía hacerle una broma a alguien. Hasta que un frío domingo en Chicago, mi abuelo pensó que Dios le había jugado una broma.
Entonces no le causó mucha gracia. Él era carpintero. Ese día
particularmente él había estado en la Iglesia haciendo unos baúles de madera para la ropa y otros artículos que enviarían a un orfelinato a China.
Cuando regresaba a su casa, metió la mano al bolsillo de su camisa para
sacar sus lentes, pero no estaban ahí. Él estaba seguro de haberlos puesto ahí esa mañana, así que se regresó a la Iglesia. Los buscó, pero no los encontró.
Entonces se dio cuenta de que los lentes se habían caído del bolsillo de su
camisa, sin él darse cuenta, mientras trabajaba en los baúles que ya había cerrado y empacado. ¡Sus nuevos lentes iban camino a China!. La Gran Depresión estaba en su apogeo y mi abuelo tenia 6 hijos.
Él había gastado 20 dólares en esos lentes. "No es justo" le dijo a Dios
mientras manejaba frustrado de regreso a su casa. "Yo he hecho una obra buena donando mi tiempo y dinero y ahora esto". Varios meses después, el Director del orfelinato estaba de visita en Estados Unidos. Quería visitar todas las Iglesias que lo habían ayudado cuando estaba en China, así que llegó un domingo en la noche a la pequeña Iglesia a donde asistía mi abuelo en Chicago. Mi abuelo y su familia estaban sentados entre los fieles, como de costumbre.
El misionero empezó por agradecer a la gente por su bondad al apoyar al orfelinato con sus donaciones. "Pero más que nada", dijo " Debo
agradecerles por los lentes que mandaron. Verán, los comunistas habían
entrado al orfelinato, destruyendo todo lo que teníamos, incluyendo mis
lentes. ¡Estaba desesperado! Aún y cuando tuviera el dinero para comprar otros, no había donde. Además de no poder ver bien, todos los días tenia fuertes dolores de cabeza, así que mis compañeros y yo estuvimos pidiendo mucho a Dios por esto. Entonces llegaron sus donaciones.
Cuando mis compañeros sacaron todo, encontraron unos lentes encima de una de las cajas". El misionero hizo una larga pausa, como permitiendo que todos digirieran sus palabras. Luego, aún maravillado, continuó: "Amigos, cuando me puse los lentes, eran como si los hubieran mandado hacer justo para mí!,
¡Quiero agradecerles por ser parte de esto!". Toda las personas escucharon, y estaban contentos por los lentes milagrosos. Pero el misionero debió haberse confundido de Iglesia, pensaron. No había ningunos lentes en la lista de productos que habían enviado a China. Pero sentado atrás en silencio, con lágrimas en sus ojos, un carpintero ordinario se daba cuenta de que el Carpintero Maestro lo había utilizado de una manera extraordinaria.

Cheryl Walterman Stewart

La imagen de Jesús

Una vez una profesora quiso dar una clase a sus alumnos sobre Jesús. Como buena pedagoga, empezó hablando de Jesús, sin decir su nombre, esperando que los alumnos adivinaran de quien estaba hablando.
 
Empezó diciendo:
Os voy a contar la historia de una persona muy bondadosa, que nació muy pobre, de tal modo que ni siquiera los vecinos se enteraron de su nacimiento. Nació por ocasión de un largo viaje de sus padres. Como era pobre, nadie les acogió, ellos tampoco tenían dinero para irse a un hotel. Tuvo que nacer en una choza abandonada, quizá una cabaña de pastores, que guardaban el ganado en la montaña, donde se refugiaban cuando venían a la aldea.
 
Después este niño creció y aprendió el arte y el oficio de su padre que era carpintero. Fue ayudante de su padre hasta ser un joven maduro… Todo el mundo le conocía como el hijo del carpintero.
 
Cuando tenía edad para casar, en vez de echarse una novia, empezó a preocuparse de tal manera por los demás, sobre todo por los pobres, que se olvidó prácticamente de la profesión y vivió sólo preocupado por ellos. Hablaba de Dios a las personas con las que se cruzaba por los caminos, se detenía junto a los enfermos, les cuidaba las heridas, consolaba a los tristes y desanimados, buscaba las ovejas perdidas para conducirlas al redil y comía con la gente sencilla; le veían muchas veces en compañía de pecadores y de gente de baja reputación, incluso comía con ellos. Todos le querían mucho y era una alegría escucharle. Decía cosas que iban directas al corazón de la gente.
 
Iba todavía por la mitad de la historia, cuando un niño interrumpió a la profesora y, con desparpajo, le dijo: yo sé quién es, yo sé quién es esa persona.
 
La profesora sintió una enorme recompensa con la intervención del niño y quiso darle la oportunidad de que mostrara sus conocimientos de catecismo. Entonces el niño respondió sin titubear: es el sr. Armando, vive en mi barrio, yo le conozco muy bien.
 
Era eso exactamente: el sr. Armando reflejaba a la perfección los rasgos de Jesús. Era como su retrato.
 
Creados a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a ser la imagen de Jesús. Hoy tenemos quizás demasiados textos y pocos retratos.
La sinceridad de los árboles

El árbol que se planta en los cementerios es el ciprés, porque sus raíces crecen totalmente en vertical y así no levantan el terreno ni representan peligro para las tumbas.
Y es que los árboles son así: lo que vemos en la superficie es similar a lo que esconden bajo tierra, la forma en que crecen sus ramas es fiel reflejo de las raíces que lo soportan. Así es el ciprés, la vid, el olivo. Así son todos los árboles, siempre y cuando no hayan sido modificados, podados por el hombre... así son en estado natural...pero no la raza humana.
Si pudiésemos fiarnos de la imagen que aparentan las personas, todo sería mejor. Los retorcidos no podrían resquebrajar la Tierra tan alegremente ni constituirse en peligro y perturbación de los demás. Ay. si todos tuviéramos buenas raíces, si fuéramos más sinceros y mejor arraigados…